Ansolabehere, Karina (2009): “El movimiento bolivariano: autoritarismo o participación” en Julio Aibar y Daniel Vázquez (coordinadores) ¿Autoritarismo o democracia? Hugo Chávez y Evo Morales, México: Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, pp. 129-142.
En su ensayo Imaginar es ver el poeta francés Jean-Clarence Lambert pone en juego en cada línea su sensibilidad sobre la modernidad: “…la modernité, pour moi, c'est quand toutes les formes sont mises en jeu et peuvent être mises en œuvres”, festivamente podemos trasladar con sentido rítmico al español la visión de Lambert: “…la modernidad, para mí, es cuando todas las formas se ponen en juego y se pueden poner en obras”.
Cuando concluí la lectura del ensayo –la autora le llama “comentario”,[1] ¿no un comentario significa un atisbo y no una visión de conjunto?- El movimiento bolivariano: autoritarismo o participación de Karina Ansolabehere, vino a mi mente la enseñanza de Lambert: Imaginar es ver. En el reino de lo imaginal, como le gusta llamar a Lambert al reino del ver es imaginar, el ojo escucha y el oído ve. En el arte figurativo de Kandinsky se escucha a Tchaikovski y en el la música de Bach se ve la arquitectura de Notre Dame.
El ensayo de Karina es una pieza interpretativa sobre los trabajos de Margarita López Maya y Nelly Arenas. Karina recrea las visiones de ambas autoras a partir de la “teoría del arte”. La pregunta que da origen al ensayo es ya en sí misma la respuesta y conclusión del mismo entre signos de interrogación: “¿por qué estos dos cuadros, que supuestamente están pintando la misma situación, pueden ser tan diferentes?”. El ensayo de Karina, hay que decirlo de una vez, es sumamente provocativo y sugestivo en la medida en que parte de una idea del arte y de ahí se desprende su lectura de ambas autoras. Además su ensayo es una forma poco común en el mainstream de la ciencia política de examinar la realidad política y eso hay que celebrarlo. Ansolabehere suscribiría la divisa de Jean Paul Sartre: la imagen es “copia débil de lo real”. El asunto de la idea del arte no es menor en este ensayo, pues Karina, al igual que Sartre, hace una división tajante entre imagen y “realidad”. Por eso ella habla de “objeto” en el arte: “Sin embargo, en estos dos cuadros diametralmente diferentes sobre el mismo ‘objeto’ encontramos un elemento común: el resultado, un cierre creciente del gobierno sobre sí mismo, expresado en la propuesta del ‘socialismo del siglo XXI’…” Esta teoría del arte objetivista de Karina hace que su interpretación sobre Margarita López Maya sea “una multiplicidad de imágenes y texturas, por su densidad y dinamismo” y la interpretación sobre Nelly Arenas sea “un paisaje desolador, en el centro está Hugo Chávez, devorando todo lo que encuentra a su paso”.
Esta interpretación del arte de Karina tiene implicaciones interesantes sobre su lectura de ambas autoras, en primer lugar su objetivismo hace presentar ambos trabajos como productos de la academia y exentos de intención política, y segundo pasa por alto lo más atractivo de leer a las dos autoras: ambas escriben con pasión política. Los vasos comunicantes entre Maya y Arenas es la pasión política. Siguiendo el criterio de Lambert ambas ven a Venezuela desde su imaginación política. Insisto: su imaginación política es una forma de ver a Venezuela. No hay un “objeto” de estudio, lo que existe es un reino imaginal de lo político. La lectura objetivista de Karina presenta a las dos autoras en dos modelos, Margarita Maya traza las pinceladas de la democracia participativa y Arenas compone una democracia representativa liberal. Una lectura imaginal pondría el acento en la polifonía de lo político en ambas autoras: Margarita imagina lo político desde la izquierda y Arenas imagina lo político desde la derecha. No hay “multiplicidad de imágenes”, ni “paisaje desolador” lo que hay son imágenes del registro de lo político que traducen las voces ancestrales de la izquierda y la derecha. Así el “paisaje desolador” es una escritura de intención y pasión política contra Chávez; y la “multiplicidad de imágenes” es una racional convicción del poder democrático de los movimientos sociales.
Por tal motivo la teoría del arte objetivista de Karina tenía que concluir con el “realismo político”, el realismo que es la salvación de quienes temen a la incertidumbre pregonada y vivida por el romántico, tal como lo vio Gustave Flaubert en Madame Bovary, símbolo de la incertidumbre. El asunto aquí es que Karina es consistente y coherente con su teoría del arte objetivista: “Lo que sí parece claro es que, en sintonía con uno de los principales postulados del realismo político[2], quien está en el poder intentará mantener o incrementar su poder, antes que disminuirlo; la posibilidad de construir una democracia más participativa, o consolidar democracias representativas responsables por sus resultados para las mayorías, requiere de contrapesos y de una mayor y mejor vinculación entre la política institucionalizada y la no institucionalizada. De lo contrario, uno de los riesgos posibles sería el surgimiento de proyectos políticos que asimilan la sociedad con el Estado, estatalizan a la sociedad clausurando el debate, las diferencias, y creando un solo [sic] centro rector desde arriba hacia abajo, cuyos problemas los podemos evaluar revisando la historia del siglo XX”. El despertar del sueño romántico de Madame Bovary es al beber la pócima del realismo, la incertidumbre de lo político es clausurada por la pócima del realismo político.
[1] En la introducción la autora minimiza su ensayo “No ha sido fácil la tarea de escribir este comentario”. Lo que afirmo es que más que un comentario es un ensayar una lectura sobre la visión de Venezuela en Margarita López Maya y Nelly Arenas.
[2] Cursivas mías
No hay comentarios:
Publicar un comentario