miércoles, 24 de agosto de 2011

Jorge Luis Borges: un escritor para escritores



El poeta Gabriel Zaid admiraba a Michel Foucault por ser un lector de amplia mirada, para decirlo con una palabra ya en desuso, por ser un lector universal. ¿En dónde observaba Zaid al lector universal que era Foucault? Foucault era lector de Jorge Luis Borges. Esta idea vino a mi mente al leer el ensayo del crítico literario Paul de Man en el The New York Review of Books. En A Modern Master nos informa de Man la lectura actual del escritor argentino en los Estados Unidos, nos recuerda que Borges fue el traductor de John Peale Bishop, Harte Crane, E.E. Cummings, William Faulkner, Edgar Lee Masters, Robert Penn Warren y Wallace Stevens.


En México es memorable el ensayo que le dedicó el poeta Octavio Paz en la revista Vuelta hace exactamente 25 años. En El arquero, la flecha y el arco   nos dice Paz : “Empecé a leer a Borges en mi juventud, cuando todavía no era un autor de fama internacional. En esos años su nombre era una contraseña entre iniciados y la lectura de sus obras el culto secreto de unos cuantos adeptos. En México, hacia 1940, los adeptos éramos un grupo de jóvenes y uno que otro mayor reticente: José Luis Martínez, Alí Chumacero, Xavier Villaurrutia y algunos más. Era un escritor para escritores”.



Ciudad de México, a 24 de agosto de 2011.



Venezuela: el Pacto de Punto Fijo y los derechos sociales, unas notas



Noé Hernández Cortez
Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales
Sede México
noe.hernandez@flacso.edu.mx; noe.hernandezcortez@gmail.com


Uno de los primeros discursos democráticos en la historia política latinoamericana es la de Venezuela. El historiador mexicano Jean Meyer escribiría en 1977 las siguientes líneas: “todos los países de las Américas Ibéricas, todos salvo México, Colombia, Venezuela y la pequeña Costa Rica, están gobernadas actualmente por militares; sólo desde hace unos quince años Venezuela logró escapar a esos generales: Colombia recuerda todavía al general Rojas Pinilla. La única excepción finalmente, es la de México” (Meyer, 1977: 4). El análisis histórico de Jean Meyer sobre Venezuela, se refiere al temprano nacimiento de la democracia en Venezuela. Con la caída de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez se llegó a un acuerdo entre la élite política en 1958 a través del memorable Pacto de Punto Fijo (Rey, 1991; Kornblith, 1994).[1]


 En 1959 el sociólogo político y cientista político Seymour Martin Lipset[2] definía a la democracia como “un sistema político en el cual existe oferta regular de oportunidades constitucionales para cambiar a los funcionarios gubernamentales” (1959: 71), por supuesto esta rotación de cargos públicos se sustenta en el mecanismo elemental de la democracia: la celebración de elecciones competitivas y transparentes. Asimismo, Lipset argumentaba que esta rotación de cambio en los cargos públicos en toda democracia se sustentaba en tres mínimas condiciones, a saber: “1). Una “fórmula política”, entendida como un sistema de creencias, legitimidad del sistema democrático e instituciones específicas – partidos políticos, libertad de prensa, etcétera- los cuales son legitimados y aceptados como propiedad de todos; 2). Un conjunto de líderes políticos en el gobierno; y 3). Uno o más conjuntos de líderes, fuera del gobierno, que actúan como una oposición legítima que intentan ganar el ejercicio del gobierno” (Lipset, 1959: 71). Siguiendo el argumento de Lipset encontramos que en Venezuela se dio en 1958 los tres componentes mínimos que requiere una democracia: 1).una fórmula política, 2).líderes políticos en el ejercicio del gobierno, y  3).una oposición.


1). Una fórmula política. El pacto de Punto Fijo sentó las bases institucionales para el ejercicio de la democracia en Venezuela. El pacto fue posible debido al reconocimiento del juego democrático a través de elecciones entre los partidos de Acción Democrática (AD), el partido social cristiano (COPEI, Comité de Organización Política Electoral Independiente) y la Unión Republicana Democrática (URD) (Ollier, 2011:15). Son estos tres partidos con los que nace el moderno sistema de partidos de masas en Venezuela.


2). Líderes políticos y partidos políticos. El marco institucional democrático fue legitimado por estos tres partidos, sentando el inicio del respeto por la celebración de elecciones para el cambio legítimo en el ejercicio de gobierno. En la evolución del sistema de partidos en Venezuela encontramos dos rasgos distintivos. El primero consiste en que las élites políticas lograron traducir las demandas sociopolíticas de las masas de trabajadores y campesinos de Venezuela (Rey, 1991; Kornblith, 1994). El segundo rasgo distintivo es que el sistema de partidos en Venezuela evolucionó hacia un bipartidismo fuertemente institucionalizado, en donde las luchas por el poder por la vía electoral estaban configuradas por los partidos de Acción Democrática (AC), cuyo ideólogo y líder político fue Rómulo Betancourt; y el partido demócrata cristiana COPEI (Comité de Organización Política Electoral Independiente), cuyo ideólogo y líder político fue Rafael Caldera (Molina y Pérez, 1998). Así los discursos de los líderes políticos eran identificados dentro de las ideologías bien definidas por las plataformas político-electorales de cada partido político, en otros términos la estabilidad institucional con la que nace el bipartidismo en Venezuela garantizaba la identificación plena de las propuestas políticas de cada partido político fortaleciendo sus alianzas con los sindicatos, la clase media y el medio empresarial.


3). La oposición. Un antagonista históricamente presente en el sistema de partidos de Venezuela son las corrientes marxistas y comunistas. Los partidos de izquierda en Venezuela jugaron un papel importante como campos discursivos contra la élite política y las tendencias ideológicas liberales. Antes del pacto de Punto Fijo el histórico Partido Comunista de Venezuela (PCV) fue reconocido legalmente en 1945. “Existían, además, desde la época de Gómez, diversas organizaciones marxistas, que ya bajo la presidencia de Medina Angarita, fueron autorizados para actuar abiertamente, y que en 1945 se unen para formar el nuevo Partido Comunista de Venezuela  (PVC) ahora por primera vez legalizado” (Rey, 1991: 537). En el pacto político de 1958 las tendencias ideológicas de la izquierda fueron excluidas de dicho acuerdo nacional, no obstante desde la exclusión fue construyendo un discurso antagónico al gobierno y jugó el rol de oposición, más o menos respetada en su libertad para expresar sus desacuerdos políticos.


Así, el bipartidismo que nace del Pacto de Punto Fijo empezará a canalizar las demandas sociales, elaborando plataformas políticas en donde se empiezan a reivindicar los derechos sociales de los ciudadanos venezolanos.[3] La reivindicación de los derechos sociales como la educación gratuita impartida por el Estado, el acceso a los servicios de salud, el derecho a la protección social del trabajo y los servicios públicos básicos fue constituyendo un discurso de política social que los partidos políticos hacían parte de sus plataformas políticas y prácticas de políticas públicas una vez ya en el ejercicio de sus gestiones gubernamentales. A diferencia de la construcción histórica del estado de bienestar en los estados capitalistas industrializados (Esping-Andersen, 1993), el estado de bienestar en América Latina aparece después de la Segunda Guerra Mundial en entornos complejos de desigualdad social, crisis políticas y económicas que han erosionado la capacidad institucional del Estado en las prestaciones y obligaciones de garantizar los derechos sociales mínimos. En ese sentido, podemos hablar de un estado de bienestar en países de ingreso medio[4] como son los países de América Latina, el Este Asiático y los países de Europa del Este (Haggard y Kaufman, 2008).[5]


Ciudad de México, 24 de agosto de 2011




[1] El registro histórico de la caída de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez se establece el 23 de enero de 1958. Con negociaciones políticas previas el Pacto de Punto Fijo se firmó el 31 de octubre de 1958.

[2] En la presente investigación doctoral nos inspiramos en la rica tradición que representa el pensamiento de Seymour Martin Lipset en estudios sobre la democracia. Véase: Seymour Martin Lipset (1959), “Some Social Requisites of Democracy: Economic Development and Political Legitimacy”, en The American Political Science Review, Vol. 53, No. 1, pp. 69-105;Guillermo O’Donnell y Philippe Schmitter (1986), Transitions from Authoritarian Rule: Tentative Conclusions about Uncertain Democracies. Baltimore: Johns Hopkins University Press; Seymour Martin Lipset (1994), “The Social Requisites of Democracy Revisited: Presidential Address”, en American Sociological Review, No. 59, Febrero, pp. 1-22; Larry Diamond (1997), “Consolidating Democracy in the Americas”, en Annals of the American Academy of Political and Social Science, Vol.550, Marzo, pp.12-41; Adam Przeworski, Michael E. Alvarez. José Antonio Cheibub y Fernando Limongi (2000), Democracy and Development: Political Institutions and Well-Being in the World, 1950-1990. Cambridge: Cambridge University Press; Ronald Inglehart y Christian Welzel (2005), Modernization, Cultural Change, and Democracy: The Human Development Sequence, Cambridge: Cambridge University Press. Es importante señalar que el trabajo de Lipset está inspirado a la vez en Aristóteles, Schumpeter y Alexis de Tocqueville, este último es importante por su análisis sobre las condiciones en que se dio la igualdad política y social en la democracia norteamericana.
[3] Para algunos autores como Michael Coppedge después del Pacto de Punto Fijo en Venezuela surge una partidocracia con dos partidos fuertes como lo fueron Acción Democrática y el Partido Demócrata Cristiano COPEI. Véase: Michael Coppedge (1994), Strong Parties and Lame Ducks: Presidential Partyarchy and Factionalism in Venezuela, Stanford California: Stanford University Press.  

[4]  De acuerdo con William R. Harlan, Lynne C. Harlan y Wee Ling Oii los países con status de “menos desarrollo” tienen un ingreso promedio de PIB per cápita de $270 dls, en cambio los países con un status de “ingreso medio” tienen un promedio de PIB per cápita de $2490 dls. Esta estimación fue realizada a precios constantes de 1984. Véase: William R. Harlan, Lynne C. Harlan y Wee (1984), “Policy Implications of Health Changes in Rapidly Developing Countries: The case of Malasya”, en Journal of Public  Health Policy, Vol.5, No.4, Diciembre, pp. 563-572.

[5] Un proyecto de investigación impulsado por Stephan Haggard y Robert R. Kaufman es el de una economía política de la política social que analice el estado de bienestar de ingreso medio en los países de América Latina, el Este Asiático y los países de Europa del Este. Como todo proyecto de investigación, el de Haggard y Kaufman parte de una tradición intelectual entre la economía política, la ciencia política y la economía delbienestar (Amartya Sen, 1982, 1999; Anand, Hunter y Smith, 2005; Nussbaum, 1992, 1993). Véase: Baum, Matthew A. y David A. Like (2003), “The Political Economy of Growth: Democracy and Human Capital”, en American Journal of Political Science, Vol.47, No.2, Abril, pp. 333-347; Dornbush, Rudiger y Sebastian Edwards, editores, (1991), The Macroeconomics of Populism in Latin America, The National Bureau of Economic Research (en línea); Haggard, Stephan y Robert R. Kaufman (2008), Development, democracy, and welfare states: Latin America, East Asia, and Eastern Europe, Princeton, N.J.: Princeton University Press; Hirschman, Albert O. (1987a) “The Political Economy of Latin America Development: Seven Exercises in Retrospection, en Latin American Research Review, Vol. 22, No.3, pp. 7-36; Hirschman, Albert O (1987b) “The Political Economy of Import-Substituting Industrialization in Latin America, en The Quarterly Journals of Economics, Vol. 82, No.1.