Mi encuentro con la literatura de Alejandro Rossi fue cuando cayó en mis manos un número de la revista Vuelta de Octavio Paz. Rossi cruzó el ritmo de las lenguas de Florencia, Buenos Aires, Caracas y Ciudad de México. En su discurso de ingreso al Colegio Nacional, presentó sus cartas credenciales sobre sus rutas epistemológicas entre la literatura y la filosofía. El autor del Manual del distraído escribió:
[...] Pienso en la ausencia de un lenguaje de la calle que fuera específicamente mío, en la carencia de ese arco que va de la lengua del patio y de la cuadra pendenciera a la literatura ¿Cuál hubiese podido ser? ¿El de Florencia, el de Buenos Aires, el de Caracas? Cuando bajé de un avión en la Ciudad de México, año 1951, era ya tarde. La vida tiene sus tiempos. Por eso, por todo eso, tal vez, la preferencia por las prosas tersas y deliberadas, por el metalenguaje, por las parodias, por las narraciones incrédulas, las que tantean, como un bastón de ciego, la realidad, las que construyen el cuento de la vida como una incertidumbre y una adivinanza. ¿Y no es eso una especie de “investigación lógica” de las razones para afirmar esto o aquello? Aquí, precisamente aquí, está el punto de intersección de la filosofía con la literatura [...]
Otra carta credencial de Rossi era su defensa del ejercicio democrático. En noviembre de 1998 escribió en el periódico El Universal sus argumentos a favor de las formas democráticas en Venezuela. La lectura sobre la celebración de las elecciones de 1998 en Venezuela en su artículo Venezuela elige es de gran actualidad política, ahí leemos:
Los dos candidatos más fuertes para la Presidencia de la República no pertenecen, en efecto, a los partidos clásicos. Lo que han creado son agrupaciones electorales de carácter personal y contingente. Otra singularidad es que ninguna de las dos agrupaciones superó en la Cámara a Acción Democrática, cuyo candidato presidencial, debido a problemas de liderazgo e imagen, sin embargo está en las encuestas por debajo de Henrique Salas Römer y del teniente coronel Hugo Chávez Frías. El comandante es, según opiniones especializadas, quien cuenta con mayores probabilidades. Se trata del militar que se levantó en armas en 1992 en contra del entonces gobierno presidido por Carlos Andrés Pérez , rebelión que dejó, por cierto, más de cuatrocientos muertos. Es increíble que la legalidad republicana haya permitido que se presentara como candidato. El Teniente Coronel favorece la boina roja -esos signos típicos de los grupos de choque-, gusta de las amenazas, nada veladas, a la estructura democrática de Venezuela, y balbucea un brumoso programa populista de justicia social.
A la distancia el análisis político de Rossi sobre la democracia en Venezuela tiene gran sentido para comprender lo que sucede actualmente en Venezuela: la pérdida gradual de las libertades políticas y la erosión de la institucionalidad republicana que se logró instaurar en 1959 en Venezuela, producto del pacto político de “Punto Fijo”.
En documento: Alejandro Rossi, 1932_2009.
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